
El hijo de refugiados de lejanas culturas pareció siempre sensible al mensaje de la historia, como si de esto dependiera alcanzar el arraigo a la realidad que habitaba. Los documentos, la oralidad y las evidencias materiales lo familiarizaron con el período de la Colonia y, posteriormente, con los antiguos pueblos que alguna vez tuvieron culturas florecientes. Liber se conmovió y admiró a José de San Martín, a Domingo F. Sarmiento, a los viajeros románticos del siglo anterior y al artista Paul Gauguin. Luján, Santa Fe y Paraguay fueron pródigos en Historia e historias para él, y Liber fue un escrupuloso propagador de estos relatos del pasado. Europa lo impresionó con su venerable antigüedad. Pero, a su llegada a Perú, viajero entrenado en usar las brújulas de los puntos cardinales y del tiempo, no logró emplear los métodos conocidos. Impactado, en la conciencia del vasto aluvión de vidas humanas que se confundieron con el arenal indistinto, buscó sus propios recursos para rendirles homenaje. Estudió, interpretó, se sumergió, reelaboró, reinventó y, finalmente, dio a conocer esas historias a través de su creación.