
Europa y Venezuela
Panorama del Viejo Mundo
(1954-1955)
“He venido a Europa para ver con mis ojos este libro de la historia del hombre en la tierra”
Desde la época de Brasil que Liber se tienta con la idea de viajar a Europa. Sentía que dicho viaje era una vieja deuda personal contraída con el mundo de la cultura y que debía hacer el esfuerzo para conseguirlo. Por entonces, pese a la belleza de la ciudad recifeña, a Liber se le hace cuesta arriba el clima de esa tierra.

Por otro lado, era necesario cambiar de horizontes. En Brasil el panorama no daba para más. Europa se ofrecía como el mejor lugar para progresar técnicamente, aunar nuevas experiencias, en especial la de conocer el propio Viejo Mundo:
“Ustedes deben comprender que no podré dejar de ir algún día al Viejo Mundo […] Debo adquirir más conocimientos técnicos.”
Y no sólo Liber pensaba de ese modo, pues el núcleo de amistades de Recife, gente vinculada con el mundo del arte y de la cultura, lo incentivaron en este sentido. Liber gestionó entonces una beca para estudiar en España, en la Academia Real de San Fernando, restauración y otras materias relacionadas con la pintura.
España
España es la primera parada del viaje de Liber a Europa, pues allí va a perfeccionarse técnicamente en restauración, hecho que no ocurría desde los lejanos tiempos del Museo de Luján. Dicha circunstancia puede servirnos para tratar siquiera brevemente este tema hasta ahora soslayado.
Liber si bien vivió durante un tiempo de la venta de retratos por encargo, sobre todo en el período brasileño, la fuente de su sustento fue en todo momento la restauración. Y allí por donde anduvo restauró. Su formación fue básicamente pragmática. Iniciado por Zuliani en Luján, siguió solo, y adquirió experiencia con trabajos particulares, así como para el patrimonio de la nación, tanto en Paraguay como en Brasil.
En Paraguay el grueso de lo restaurado fueron imágenes religiosas. En Manaus trabaja, bajo la dirección de Edson Motta, en la restauración de la bóveda del Teatro de la Paz.’
La experiencia en San Fernando le sirvió para trabajar en obras del período medieval: una experiencia nueva en restauración.

De formación básicamente empírica, Liber adquirió maestría en el oficio con sus lecturas personales, sobre los viejos maestros del arte y la práctica de taller, tanto en el suyo particular como en los que era contratado. Ello, unido a su trabajo de pintor, le ha proporcionado un amplio conocimiento sobre la pintura y sus técnicas.
No es en la restauración sin embargo (pese al estímulo que la aventura española le suponía) en lo que piensa nuestro viajero al llegar el barco que lo lleva a España. La primera reacción al llegar es un punzante sentimiento de soledad: nadie lo espera en la estación. Pero el momento dura poco pues enseguida la nueva realidad lo devuelve al objetivo de su viaje: ¡conocer el Viejo Mundo! Y frente a dicha realidad Liber se siente americano.
“Me bajaron mis ocho pesadas valijas, propias de un americano.”
Liber, aunque permanecerá la mayor parte del tiempo en Madrid, lugar donde debe asistir a la Academia, viajará también a Barcelona, Toledo, con breves excursiones al Norte de la península (Altamira) y pueblos de Castilla La Vieja y Castilla La Nueva.
El viaje se caracterizará por una auténtica catarata de entusiasmo por parte de nuestro pintor, que en cada cosa que observa, en cada monumento, en cada museo, ve premiada, ampliamente justificada, su breve estancia en el viejo continente.
Más lejos que nunca del hogar familiar, las referencias de Liber siguen remitiéndose a aquel mundo, así como al de sus amistades. Esta referencia, desde otro punto de vista, es necesaria, en tanto y en cuanto el destinatario de las cartas es su familia, la cual desconoce el carácter de los países que el hijo y/o el hermano recorre.

“La luna brillante y llena se recortaba en las altas calles llenas de recovecos. A veces parecían escenarios para piezas de títeres”.
Más allá de eso, la referencia familiar, creo, tiene que ver con una nostalgia, serena e incluso positiva, pero nostalgia al fin y al cabo, muy anclada en Liber especialmente desde la época de Brasil.
Otra vez, en este caso el frío, le trae el recuerdo del padre.
“Ya empecé a pintar paisajes. Aquí el antiguo Madrid es fabuloso en diversidad de temas. Ayer estuve unas tres horas pintando desde un viaducto, hacía fuerte viento. Cuando llegué a casa mi rostro ardía y estaba colorado como un tomate. ¡Cuanta salud! Esto me recordaba a papá cuando contaba cosas de Europa.”
Si la estancia en España puede resumirse en una palabra, ésa es sin lugar a dudas ¡entusiasmo! Liber no deja de utilizar exclamaciones y frases ponderativas sobre su viaje. Está claro que el aprendizaje principal no pasó tanto por la Academia de San Fernando, en la cual sin embargo realizó prácticas de restauración muy valiosas, sino por la experiencia del viaje.
Liber tiene como compañero de viaje a un pintor y grabador, Lasansky, que como él viaja a Europa con el fin de conocer. Coinciden en la idea de que no están realizando un viaje snob, de contacto con el mundillo de las galerías y el comercio del arte, sino un viaje en el sentido pleno de la palabra, de acercamiento al paisaje y cultura europeos.

Francia
París es un punto del itinerario que Liber y Lasansky iniciaron en España, pero breve, pues allí ambos amigos se separarán cada uno hacia sus respectivos destinos. París no pasa de una anécdota y como España (con las peculiaridades y diferencias del caso), es causa de entusiasmo reiterado. “Nos reíamos de tanta locura junta de arte. ¡Qué fiesta, hermanitas! “Esto, hermanitas, es cuento de hadas.”
Italia

Y como ocurre con otros países, la amistad de Grillo le ofrece la oportunidad del arraigo, e incluso trabar contacto con el restaurador principal de Brera. Pero Liber sabe que su viaje a Europa es un viaje necesario, mas circunstancial. Pronto seguirá su camino, para gran pena de su amigo, que no puede aceptar la marcha del pintor. Grillo valoraba la pintura de Liber, -pues en Moncalvo el pintor se hace un pequeño taller-, a la cual califica como simbolista. Grillo no ve en las telas de Liber Fridman figuras ni paisajes, sino un mundo simbólico, la figuración puesta al servicio de una idea del mundo.
En este viaje Liber no invierte energías (a diferencias de años posteriores) en trabar contactos con leñas. Lo que ha visto de arte moderno en los museos de Madrid y París no lo han conmovido en absoluto, antes bien lo han radicalizado en su búsqueda americana, así como en su crítica a las corrientes en boga:
“Nuestro criterio de arte es alto en toda la palabra (con Lasansky) y no pose.”
“Ciertamente el arte abstracto es callejón sin salida. Le falta humanidad en su síntesis de forma y color. Este es mi punto de vista.”
“He venido a Europa para ver, con mis ojos, este libro de la historia del hombre en la tierra. No me interesan las vanidades. Vivo mi propia vida. Esa es la verdad más pura que te puedo decir… Ahora sólo vivo para presenciar la obra maravillosa que el hombre ha creado.”
Un barco lo trajo, un barco se lo llevó. Y antes de finalizar el año 1954 Liber está de regreso. Y en el barco, la incultura y vulgaridad de los napolitanos lo lleva a despedirse con un sentido crítico de su viaje europeo.

Otra vez América
El viaje de Liber a Venezuela abre y cierra etapas. Abre la segunda etapa de las andanzas de Liber por América después del breve interludio europeo, pues después vendrán Perú y Buenos. Aires, así como viajes menores a países ya transitados. Cierra -y esto es lo fundamental- la etapa de las andanzas propiamente dichas de Liber. Y las cierra no porque no siga viajando, sino porque se ha producido un cambio de perspectiva. Liber, después de Venezuela, no viaja hacia fuera. Viaja hacia dentro. En Perú se produce el milagro tanto tiempo anhelado. Pero, no nos adelantemos a los hechos y veamos cómo fue la experiencia venezolana.
Caracas, la hostil
Caracas es la primera ciudad de América cuyo recuerdo le trae a Liber sólo malestar. Fue una mala experiencia. En cierto modo, un viaje sin rumbo. Pero como la premisa era seguir viajando, seguir buscando, Venezuela como objetivo era tan buen país como cualquier otro.
En Caracas, Liber no logra superar el sentimiento de soledad que lo ahoga. Aquel esquema entusiasta, y que nunca le falló a Liber, de establecer lazos en una ciudad desconocida al poco tiempo de llegado, no funcionará en Caracas. La ciudad, por otro lado, le resultaba hostil, fea, ruidosa. Y las mujeres que siempre fueron su marco de referencia en los viajes tampoco le resultaron agradables.
En una de sus cartas dice: “Tengo ganas de volverme. Aquí se sufre mucho la desvinculación. Aquí se oyen palabras de argentinos y de todas las nacionalidades. Se vive el frenesí del dinero y las amistades poco interesan. Yo frecuento reuniones de pintores, pero los más importantes se dan tono de millonarios. Y a decir verdad, no son extraordinarios.”
En 1955 Caracas es una ciudad moderna, cosmopolita. A diferencia del Brasil, donde Liber halló hospitalidad, eco, su figura pasa desapercibida. Se pierde en el marasmo de la velocidad, el tráfico y la gente.
Es que Liber no llega a tiempo a Caracas. En 1955 es una ciudad invadida por la modernidad. Es dicha realidad la que le hace decir a Liber “prefiero la Venezuela de antaño”.
Por sí esto fuera poco, la muestra que hace en base a una serie de motivos locales no tiene acogida agradable. Sólo la indiferencia. Y Liber achaca su falta de éxito al predominio del arte abstracto en el mercado y gustos de la gente:
“Si hubiera traído cosas abstractas era diferente. Tal es la fiebre del mal gusto”.
Pese a todo, Liber es consecuente con la elección realizada y no piensa huir de la ciudad:
“Ya que estamos en el baile seguimos bailando”, dice Liber. “ Y sigue bailando otro año más en Venezuela.
La Venezuela de antaño
Frente a la capital, el interior del país resulta acogedor, proporcionándole temas para su pintura y además amistades. Y sí algo salva la estancia venezolana son los viajes al interior y a la selva. Allí redescubre, como si la experiencia de Caracas le hubiera hecho olvidar sus gustos y tendencias, que en la provincia se huele el sabor local. Hay tiempo para la amistad y para pintar.
“Vivo solo en un caserón antiguo… Soy amigo de muchos médicos y comerciantes de este pueblo, tipo Luján. […] Ciertamente vale la pena vivir en el interior: hay horas y más horas de tiempo para dedicarlas al trabajo y a visitar amigos. […] “Fuimos a un claro de la selva virgen. Había un manantial y hubo payada de guitarreros y cacería y comimos aves y animales del monte, en rico asado. Yo estoy arrepentido de haber perdido tantos meses por Caracas, con tan insolente tráfico y vida, por lo menos para mí, hostil.”
En el interior, solo respecto al mundo del arte vuelve a encontrar su centro.
“Prefiero ir solo, aunque sea mala política”.
Pintar la naturaleza en su clima: ése es, entonces, su objetivo.
En el interior Liber pintará una serie de telas que luego expondrá en Caracas. Allí es donde se produce el verdadero nexo con sus viajes anteriores. El interior finalmente le hace decir una vez y otra más “no me pesa andar” y “si algún día paro podré decir que estuve en el Amazonas, en Europa…”
