
Viajeros de alboradas
Podía andar por antiguos pueblos o, de repente, ver en los atardeceres inmensas bandadas de pelícanos o pájaros piqueros retornando a las islas guaneras, mientras el cielo devoraba su oro y violetas nubes ponían un nuevo manto a la inmensidad. Esperaba la noche en los sitios más extraños; aguardaba otro manto más de cielo, desde el púrpura hasta el azul intenso, y se filtraban sonidos de murciélagos, chistaban las lechuzas y otra vez se encendían luces mágicas, formas extrañas en graciosas caravanas.